Nos hemos vuelto condicionados a estar conectados a nuestros dispositivos. Facebook, Pinterest, WhatsApp e Instagram nos mantienen conectados, comprometidos e informados con un constante bombardeo de información. Nos hemos convencido a nosotros mismos de que debemos ser contactados en todo momento. Necesitamos estar siempre al alcance de nuestro teléfono o responder instantáneamente a las alertas de redes sociales o SMS. Nuestros hábitos digitales alimentan la falsa premisa de que la Tierra dejará de girar si ese tweet no se lee o si el texto no se responde de inmediato. Y este es el mal nombre más grande.
Nuestros teléfonos inteligentes y dispositivos parecen haber invadido nuestra vida personal. Y nuestros momentos familiares más preciados tampoco son inmunes a esta invasión tecnológica. Estamos sentados a cenar y – ¡zumbido, zumbido! – nuestro teléfono comienza a vibrar, compitiendo por la atención. Estamos llevando a nuestro hijo a la escuela y – ¡bip, bip! – entra una llamada. Estamos metiendo a nuestro niño en la cama y – ¡graznamos, graznamos! – Una aplicación pide ser jugada.
Nos hemos apegado tanto a nuestras pantallas y dispositivos que las líneas se difuminan cuando se trata de tiempos y espacios donde las pantallas no necesitan ir. El resultado es que se mata la conversación con el más cercano y más querido, a favor de la comunicación digital con amigos.
Necesitamos establecer líneas claras de demarcación cuando se trata de especificar lugares donde los dispositivos digitales simplemente no salen. Lugares donde nuestras conversaciones no están truncadas por flashes, alertas y notificaciones. Un lugar dedicado donde realmente podemos conectarnos con personas, no con píxeles.
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Y la hora de la cena es la única vez que necesitamos desconectarnos de la tecnología y reconectarnos con nuestra familia. Imagina una mesa para cenar en la que todos estén comprometidos, riendo y conectándose. Estoy seguro de que todos amaríamos esto para nuestras familias.
¿Qué significa esto?
La hora de la cena es más que solo comida. Las comidas familiares son para la nutrición, la comodidad y el apoyo. Es una premisa donde se puede construir amor, profundizar las relaciones y lazos familiares. Es un lugar donde puedes reír y compartir historias del día. Todo, desde mejores calificaciones hasta un estilo de vida más saludable, se ha acreditado a comer juntos como familia. Las pantallas en la mesa pueden bloquear esos beneficios. Para que la cena sea una experiencia relajante y vinculante, puede ser necesario dejar la tecnología en espera mientras comemos.
¡Porque las cosas asombrosas suceden cuando elegimos comer alimentos con las personas que amamos!
Te animo a que hagas de tu mesa de la cena una Zona Libre de Tecnología.