Has pasado la mayor parte de tu vida en la escuela preparándote para tu futuro.
Te has sentado en clases durante miles de horas, tomaste notas cuidadosas, asististe a grupos de estudio, te agoneaste en los exámenes, llevaste libros que pesaban más que la mayoría de los recién nacidos, abarrotaba tu cerebro lleno de información que se extendía hasta sus límites como una bolsa de plástico con exceso de peluche El túnel carpiano y la vista cansada de las sesiones de escritura de papel maratón aprendieron a dormir unas horas en la cama que igualaban el tamaño de un banco del parque.
Hiciste todo esto en nombre de tu futuro.
Pero luego te graduaste, y de repente te encuentras en un mundo completamente diferente. Has pasado a la vida real, y ese futuro por el que has trabajado tan duro para prepararte está en tu cara. Estás empezando tu primer trabajo.
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Aquí es donde todo lo que has aprendido debe ser puesto en acción. Ya no te estás probando a ti mismo y estás siendo compensado por el GPA; ahora una compañía confía en sus habilidades y espera resultados para mantener su balance final.
Así que sí, es normal estar nervioso, e incluso un poco enfermo. Es un nuevo capítulo en tu vida y es el comienzo de tu carrera.