Porque creemos que somos mejores que ellos.
Simplemente no hay forma de cometer los mismos errores. Siempre pensamos que somos mejores que los demás, incluso cuando no lo admitimos abiertamente. Eso no nos hace malas personas, es solo parte de la naturaleza humana. Creemos que podemos tener éxito donde otros han fallado, por lo que no nos tomamos en serio su fracaso y nos negamos a examinarlo de cerca.
Porque cuando alguien falla, tendemos a verlo como parte de su destino.
Cuando reflexionamos sobre los errores de alguien, realmente estamos mirando hacia el pasado. Tendemos a tomar las cosas que ya han sucedido como irreversibles, ya que así es como se suponía que era siempre. No podemos comprender una posible alternativa, por lo que no podemos aceptar que alguien podría haber hecho algo que hubiera dado lugar a un resultado diferente.
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Porque entender lo que salió mal siempre es más difícil que entender lo que salió bien.
La vida tiene demasiadas variables. Es difícil asignar la causa de un resultado particular a una acción específica, especialmente cuando algo sale mal. Los éxitos siempre son más fáciles de explicar, como si hubiera una receta mágica que conduce irrevocablemente al resultado deseado. Por supuesto, nunca funciona de esa manera, pero hay un atractivo para pensar que todo es tan simple como eso. De esa manera podemos hacerlo también. El fracaso es más difícil de entender, porque es difícil construir un camino concreto entre todos los eventos pasados que contribuyeron al resultado en cuestión.
Porque creemos demasiado en la suerte.
Algunas personas piensan que todo es cuestión de buena fortuna. Algunos se enriquecen porque los favorece, y otros permanecen por siempre pobres porque está en contra de ellos. No necesitan ninguna otra explicación de por qué el mundo es como es. Simplemente están contentos de jugar sus probabilidades.
Porque necesitamos creer que las cosas funcionarán para nosotros.
Esta es una cuestión de fe. Tenemos que creer que todo saldrá bien al final. Los seres humanos somos optimistas por naturaleza, porque no podríamos lidiar con las dificultades de la vida de otra manera. Entonces, aunque alguien haya fallado ante nuestros ojos, todavía creemos que es posible que tengamos éxito en su lugar. La esperanza es siempre necesaria, aunque a veces hiriente.