Porque confrontar nuestras propias fallas es una de las experiencias más desagradables por las que pasamos, y para muchos, nunca las pasamos. La gente hace todo lo posible para evitar tales confrontaciones y, por lo tanto, les disgustan los que escuchan tales confrontaciones.
Es como si cada vez que conocieras a alguien estuvieran usando un espejo en el que te ves absolutamente horrible. No puedes evitar, pero no te gusta esa persona.