La mente humana está cableada para sopesar instintivamente las posibilidades en la toma de decisiones.
Algunas personas tienen la capacidad de evaluar situaciones mejor que otras. Algunas personas simplemente eligen no cansar sus células cerebrales. Algunas personas son impulsadas por la emoción, otras son estúpidas, intoxicadas o drogadas cuando toman decisiones riesgosas.
Por lo tanto, el comportamiento de riesgo puede ser consciente o inconsciente.
La conducta de riesgo consciente puede resumirse en el deseo de una persona de explorar más allá de su zona de confort. Sus evaluaciones no se ven obstaculizadas, pero, en la mayoría de los casos, prefieren un desafío: físico, emocional, financiero, etc. Esto, de hecho, puede ser muy gratificante. Estas personas generalmente tienen soluciones alternativas, una red de seguridad o lo que llamamos plan b, c, etc., para cuando las cosas se salen de control.
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La conducta de riesgo inconsciente es cuando el juicio de la persona es borroso. Cuando, por una razón u otra, no pueden comprender completamente y, en consecuencia, evaluar las constantes y variables en la situación. Se arriesgan no porque quieran, sino que en ese momento no tenían ni idea de lo que eran.