Una lección perdida por muchos en esta generación es la importancia de la propiedad privada. Algunos te dirán que esto es lo que aman las personas egoístas, pero mis padres me educaron para que respetara lo que otra persona había hecho. Si un vecino decide darle algo, agradézcale y disfrute, pero si lo ve desprotegido, es su deber asegurarse de que llegue a donde pertenece. El respeto por la propiedad de tu vecino no solo refleja y construye tu carácter, sino que a menudo se nota y te brinda honor y buenos resultados también.
Un ladrón es egoísta. Él o ella simplemente tomarán lo que quieran, porque han perdido su honor y son moralmente ciegos, sin darse cuenta de que pronto serán conocidos por quiénes son y por lo que hicieron. Cuando empecé a contratar empleados, aprendí no solo que el carácter era lo que hacía que algunas personas hicieran lo correcto, incluso cuando les costaba hacerlo, sino también que un ladrón nunca dejaría de robar. Robarán y tratarán de culpar a otra persona hasta el momento de su despido, o incluso cuando sean sentenciados a la cárcel, seguirán pensando que tienen derecho a algo solo si lo desean.
Es una diferencia esencial entre ser una persona real o simplemente un animal.
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