En mi experiencia, la mayoría de la gente “habla” con otros. Comentan cosas, se quejan, chismean, se jactan e informan (repiten cosas), pero cuando se trata de “compartir” (por ejemplo, volverse venerable) A la mayoría de las personas les cuesta trabajo hacer esto.
“Hablar desde tu corazón” es compartir y es precioso. Se está poniendo ahí afuera y abierto al rechazo. Muestra que te preocupas por la persona con la que estás involucrado, independientemente de lo que estés discutiendo. Pero debido a que es tan difícil para algunas personas (la mayoría de las personas) hacerlo, a menudo no saben cómo responder cuando están conversando con alguien que está compartiendo. En consecuencia, algunas personas pueden hacer una broma o cambiar de tema o incluso reaccionar mal. Esto no es tu culpa pero he experimentado esto muchas veces. No saben cómo lidiar con la venerabilidad porque les es ajeno. Muchas personas viven día a día con conversaciones superficiales, sin permitirse la oportunidad de tener conversaciones “más profundas”.
Algunas personas están tan alejadas de sus sentimientos que no saben cómo ponerse en contacto con ellos.
Tu pregunta es ¿cómo puedes dejar de hablar tanto desde el corazón? Mi respuesta sería no. PERO conoce a tu audiencia. Cuando sea apropiado, comparta sus sentimientos, pero la experiencia le dirá cuándo es la audiencia y el momento adecuados. Ser venerable y compartir tus sentimientos es liberar y catapulta tus relaciones a un nivel diferente.
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Como punto de interés compartiré contigo una vez estuve en un tren junto a un hombre joven que era uno de los seres humanos con mejor aspecto que jamás había visto. Estábamos viajando desde Estocolmo, Suecia a París, Francia. Tenía 21 años, él tenía 25 años y viajaba para ingresar en el Preisthood. Fue un viaje de dos días y hablamos y compartimos el viaje ENTERO. Ragnar, (ese era su nombre) me enseñó el “regalo” de compartir. Éramos totalmente extraños y, al final del viaje, lo conocía mejor que la mayoría de las personas que han estado en mi vida. Estaba nervioso por la decisión de dedicar su vida a Dios, pero confiaba en que era lo que quería. Su regalo para mí, enseñándome a ser abierto y compartir mis sentimientos, fue uno de los mejores regalos de mi vida. Lloré cuando nos separamos. Se unió a la residencia y en un viaje posterior a París, lo visité. Fue simplemente una coincidencia que nuestros caminos se cruzaron, pero él cambió mi vida.
Algún día tu compartir algo podría cambiar la vida de alguien.