No hay nada que alimente un deseo tan poderosamente como que te digan que no puedes tenerlo. Ya sea un ex, una barra de chocolate, una promoción o una mansión, lo que está cerrado o prohibido tiene la mayor atracción en nuestras mentes.
Nos desafía, crea una sensación de escasez o valor y enciende nuestro deseo de controlar nuestro mundo. Especialmente cuando esa cosa solo nos es ocultada por nuestra propia voluntad (como las restricciones dietéticas), la posibilidad de que podamos tenerla si lo decidimos puede ser abrumadora.
Lamentablemente, por más poderoso que sea ese deseo, lograrlo o ceder a la tentación a menudo es insatisfactorio y nos deja preguntándonos por qué nos importa tanto. Esa “necesidad” artificial es difícil de resistir, rara vez es lógica y puede hacernos cuestionar nuestra cordura.
Para un ejemplo histórico divertido, observe el evento de la manía del tulipán, donde la escasez percibida elevó el precio de los bulbos de tulipán a niveles insanos.
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