¿Estás tratando de decirme que nunca has visto a un halcón volando en el cielo, montando térmicas, buceando y haciendo swooping, y nunca pensaste, oye, que parece divertido ?
Los humanos imitan lo que ven. Es como aprendemos. Oímos algo, tratamos de imitarlo. Vemos algo, lo intentamos. Es la forma en que los bebés aprenden a hablar. Es la forma en que los niños aprenden a trepar árboles. Y, para la mayoría de las cosas que los humanos ven, tenemos éxito. Podemos correr como los animales salvajes. Podemos subir. Podemos hacer ruidos. Podemos cazar, lanzar, nadar, cantar, saltar, bucear, golpear cosas, encender fuego, cocinar, tocar instrumentos, escribir en las computadoras. Y nuestros hijos nos ven haciendo estas cosas, e intentan hacerlas también, a menudo en detrimento de su cocina o del informe que estaba escribiendo.
Pero no podemos volar.
Lo intentamos y lo intentamos y lo intentamos. Imitamos a las aves. Agitamos los brazos. Robamos sus plumas. Los observamos, los matamos, los disecamos y los mantenemos como mascotas, pero nuestro mimetismo falla. Construimos alas de tamaño humano y saltamos desde acantilados.
- ¿Está bien que me guste la violencia del derramamiento de sangre?
- ¿Cómo debería concentrarme más en mí y menos en los demás?
- ¿Por qué las personas tienen dificultades para reconocer su sesgo político? ¿Es falta de inteligencia o conciencia o algo más?
- ¿Por qué me mira a los ojos durante el sexo?
- ¿La felicidad te hace egoísta?
Y, lo que no podemos explicar, o no podemos hacer, comienza a adquirir una calidad un tanto mística. Como lo dijo Orville Wright:
Aprender el secreto de la fuga de un ave fue muy parecido a aprender el secreto de la magia de un mago. Una vez que sepa el truco y sepa qué buscar, verá cosas que no notó cuando no sabía exactamente qué buscar.
Esa brecha de conocimiento ha impulsado a la humanidad durante milenios. Y no solo sobre el vuelo, tampoco, sobre el funcionamiento del mundo, las enfermedades y los fenómenos naturales. Lo que no se puede explicar, y lo que no podemos hacer, todavía se asigna a la obra de los dioses, con razón o sin ella. El vuelo humano sin ayuda sigue siendo un milagro que aún no ha sucedido. Podemos hacer máquinas que ayuden, podemos sentarnos en sillas en tubos en el cielo, empujados por fanáticos ruidosos, pero todavía no podemos replicar lo que debe ser ser un pájaro.
No nos impide querer intentarlo.