La preocupación nos dice que algo podría salir mal.
Eso no significa que vaya a salir mal, o que preocuparse hará que las posibilidades de que salga mal, incluso una pequeña astilla, sean más pequeñas.
Nos dice qué buscar.
Me preocupo todo el tiempo. Me preocupo por lastimar a las personas, por no cumplir con las expectativas, por ser perezoso y cansado y por lo que me estoy haciendo a mí mismo.
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Viene de mis miedos más profundos: que no me convertiré en lo que realmente quiero ser.
A menudo mis preocupaciones me consumen, me hacen revolcarme en el miedo y la indecisión, pero estoy muy agradecido de tenerlos.
Las preocupaciones me recuerdan lo que es importante. Las cosas por las que me preocupo me impiden ser feliz, así que mi misión es deshacerme de ellas.
Por ejemplo, si me preocupo por perder a mis amigos, les diré cuánto significan para mí, de modo que me asegure que se quedarán. Si me preocupo por la caída de mis calificaciones, estudiaré más para despachar las preocupaciones.
Las preocupaciones en sí mismas son en su mayoría irracionales e inútiles. Pero al priorizar y trabajar para derrotarlos, puedes convertirte en una persona mejor y más segura.
Las preocupaciones son un aviso, no un sustituto, a la acción.