Una persona madura asume la responsabilidad, actúa con integridad, piensa con anticipación todos los resultados posibles antes de tomar una decisión.
Una persona madura deriva su decisión de su conocimiento y sabiduría, no se aleja de las cosas que son difíciles, sino que está dispuesta a vencer sus miedos y vicios.
Una persona inmadura no hace nada de eso.
Una persona inmadura prefiere echar la culpa, no le importa adquirir conocimiento o sabiduría, actúa por impulso, por lo tanto, a menudo se enreda en malos hábitos y adicciones.
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Una persona inmadura tiene una brújula moral débil, una ética cuestionable y siempre cambiante guiada por sus deseos y deseos temporales, se niegan a aceptar las consecuencias de los resultados negativos de sus acciones, viven en un estado constante de carencia, insatisfacción y desdicha interna. Falta paz y alegría en su vida.