Seamos realistas, a veces todos compramos cosas que realmente no necesitamos, ya sea un par de jeans de diseñador caros, una rebanada de pastel de queso adicional o una actualización del modelo de teléfono inteligente del año pasado. Es más que solo nuestros gustos y el dinero que tenemos disponible que determina esas adquisiciones innecesarias. Estas son algunas de las razones psicológicas por las que lo hacemos:
1. Nos dejamos llevar por la comercialización.
Una de las influencias más mencionadas en las acciones de los compradores es, por supuesto, el marketing. La publicidad nos hace recordar y reconocer mejor las marcas, al mismo tiempo que afecta nuestras preferencias y necesidades percibidas. Cambia nuestras actitudes hacia los productos. La publicidad efectiva no solo proporciona argumentos racionales a favor de una compra, sino que también funciona a través de las emociones. Los anuncios más exitosos en Internet, los que se vuelven virales, son aquellos que desencadenan las emociones correctas, como la sorpresa o la diversión.
Parte inferior de la forma
El marketing diseña y empaqueta productos para hacerlos más atractivos, enmarca los mensajes de manera más convincente y hace que las promociones de precios sean difíciles de resistir. ¿Realmente planeó obtener esas papas fritas o simplemente las compró debido a la oferta “Compre uno y obtenga uno gratis”?
2. Copiamos OTRAS PERSONAS
No solo estamos influenciados por un marketing inteligente, sino también por consumidores como nosotros. A veces imitamos a otros para que encajen, y otras veces copiamos personas porque no estamos seguros de cuál es la mejor opción.
Pero copiar a otros no se limita a personas que conocemos o tomar decisiones conscientes. El simple hecho de darse cuenta de lo que consumen las personas que nos rodean puede afectar lo que compramos, a menudo de manera inconsciente. Esto puede ser tan básico como comprar un helado en el parque después de ver a otros comer algo primero.
3. Nos tientan ciertos productos.
Muchas compras impulsivas involucran los llamados productos hedónicos, cosas que nos brindan placer o placer. Los ejemplos incluyen dulces, un DVD o vino. Otro tipo (que puede superponerse con hedonics) son productos simbólicos, productos asociados con nuestra autoimagen, como lo ilustra un traje de diseñador, un perfume o un artilugio llamativo. Ambos tipos de productos están fuertemente vinculados a nuestras emociones.
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5. Damos paso a nuestros MOODS.
Las emociones son una gran influencia en la forma en que pensamos y actuamos. Los “estados calientes”, como el hambre, el deseo o la excitación, nos obligan a satisfacer nuestras necesidades inmediatas, que pueden ocurrir a expensas de consideraciones más a largo plazo.
Los estados de ánimo también nos afectan. Cuando nos sentimos bien, tenemos niveles de energía más altos y nos gusta recompensarnos más generosamente. Bajamos la guardia hasta cierto punto apagando la parte más reflexiva de nuestra mente en favor de la intuición o el impulso. En el estudio sobre compras impulsivas mencionado anteriormente, el 51% de los encuestados dijo que “sentirse feliz” fue un desencadenante de compras no planificadas. Los sentimientos negativos también pueden conducir a compras innecesarias. Entre los compradores compulsivos (personas con un impulso repetido de compra), por ejemplo, una compra a menudo ayuda a transformar un estado afectivo negativo, como depresión o tristeza, en un estado positivo.
6. Estamos afectados por los estados de la mente
Los diferentes estados de ánimo son otro factor en los momentos de toma de decisiones del consumidor. Algunos de estos se relacionan con nuestros recursos de pensamiento. Cuando estamos distraídos, preocupados o bajo presión de tiempo, nuestra capacidad para reflexionar y deliberar es limitada, y es más probable que nos influyan las señales sutiles o que actuemos por impulso. Un famoso experimento hizo que los consumidores eligieran entre ensalada de frutas y chocolate. Algunas de las personas en el experimento tuvieron que memorizar un número de siete dígitos. El 63% de ellos eligió la torta de chocolate, en comparación con solo el 42% de aquellos cuya capacidad de procesamiento no fue limitada.
Podemos esperar efectos similares cuando estamos agotados mentalmente (por ejemplo, después de un largo día de trabajo), lo que reduce nuestra capacidad de controlar nuestra fuerza de voluntad.
7. No nos gusta el cambio.
La resistencia humana al cambio comúnmente toma una de dos formas. El primero es el hábito, que consiste en hacer lo mismo repetidamente. Los hábitos de compra pueden persistir incluso cuando cambian las necesidades o preferencias. En mi experimento favorito sobre el hábito, a un grupo de participantes se les dieron palomitas de maíz frescas y a otro antes de ver una película. Las personas también calificaron su gusto por las palomitas de maíz e indicaron la fuerza de su hábito habitual de comer palomitas de maíz en los cines. Aquellos con hábitos fuertes terminaron consumiendo cantidades iguales, sin importar cuán rancio o fresco fuera, y a pesar del hecho de que no les gustaban las palomitas de maíz. Comedores no habituales consumen menos de la variedad rancio.
El segundo tipo de resistencia al cambio es un estado de inercia más general, que a menudo se trata de la inacción (puede llamarse pereza). Esto puede funcionar en beneficio de las empresas, como los proveedores de servicios públicos. Suponiendo que ya no está bloqueado en su contrato de teléfono móvil, ¿todavía necesita estar en el plan de ‘500 minutos gratuitos por mes’, dado que el tiempo real de su llamada se ha reducido a unos 200 minutos?
Puede consultar el artículo completo en: http: //bit.ly/1j74OhY