Cuando caminas por la Capilla Sixtina tantas veces, es posible que ni siquiera notes que está allí. ¿Por qué es que dejamos de notar pinturas o fotografías que hemos colgado en la pared?

Por lo más práctico del cerebro: crecer acostumbrado a algo. Imagina que todos los días caminas por la Capilla Sixtina y te maravillas con su belleza. Lo miras cada vez, te quedas ahí parado y no tienes ojos para tu entorno. Así que caes en un pozo de drenaje abierto, te atropella un autobús o un león o cualquier otra cosa que no debería estar en el entorno normal. Solo porque miras algo familiar en lugar de acostumbrarte a él. Es un mecanismo de supervivencia para eliminar cosas comunes de la percepción activa, por lo que su cerebro se da cuenta de cosas poco comunes (y por lo tanto, posiblemente peligrosas).