Mi hermana pequeña había venido a vivir conmigo durante unos meses. Ella pasaba los días de semana sola en casa mientras yo iba a trabajar. Había agotado mi cuota anual de hojas y no podía despegar de mi cargo.
Así que durante los días de semana la dejaba sola en casa e iba a trabajar. ¡Oh, cómo odiaba esto! A veces, las necesidades básicas de la vida (leer dinero) y las responsabilidades pueden sacarle el mayor provecho y queda sin opciones.
Sin embargo, la mejor parte sería cuando regresaría a casa por las noches. Exactamente a las 8 pm ella me llamaba para preguntar, “Di, kitni der mein aarahe ho?” (“Hermana, ¿en cuánto tiempo llegarás a casa?”). Dependiendo del tráfico, mi respuesta sería 10 minutos o 15 minutos.
Tan pronto como llegara, me serviría con la mejor taza de té humeante. Poco después, me serviría la cena que prepararía ella misma todos los días sin falta. No solo esto, ella mantuvo una nota especial de mis gustos y aversiones y preparó los platos en consecuencia.
Todavía la recuerdo cuando me llamó al trabajo una vez para preguntarme si estaba bien con comer el curry de papa que había preparado para la cena
Hizo esto solo por mí, día tras día durante todo el tiempo que estuvo aquí, a pesar de que la dejé sola en casa en una ciudad desconocida.
Este gesto y la suntuosa comida que mi hermanita preparó para mí ha sido lo más gratificante hasta hoy.
Dios bendiga a mi niño con mucha felicidad 🙂