Primero, acepte el hecho de que incluso después de poseer muchas cosas, no está satisfecho o satisfecho. Quieres más y más.
Esto sucede, cuando creemos que solo las cosas externas nos pueden traer felicidad y placer. Lo que sea gratificante para nuestros cinco sentidos, lo queremos. Sentimos que sin ellos, nuestra vida será incompleta y dolorosa. Todo esto está mal.
El deseo por las cosas externas es como un fuego que seguirá creciendo y expandiéndose todo el tiempo, con cada objeto externo adquirido y consumido. Este fuego llegará a ser tan grande y consumirá a la persona completamente y la quemará por completo. Este fuego se puede apagar solo por el rocío de la satisfacción.
Tener deseos terrenales no es un pecado. Eso nos ayudará a tener algún impulso en nuestra vida. Debe ser legítimo y limitado.