Mi hijo y yo tenemos muchas cualidades similares, buenas y malas, pero me centraré en las buenas. Por ejemplo, ambos somos brillantes, de pensamiento rápido, empáticos y divertidos. Los dos somos pensadores creativos. Es bueno tener un hijo con el que comparto estos puntos en común, porque crea una buena simpatía entre nosotros y es fácil para mí entusiasmarme con sus intereses.
Pero mi hijo también tiene talentos de los que carezco: tiene buen oído para la música, una especie de musicalidad natural y es un buen bailarín. Estas no son cosas que tuvo que aprender; son simplemente cualidades innatas. He hecho todo lo posible por alentarlo en estas áreas, brindándole lecciones de música, presentándole buena música, llevándolo a conciertos, etc. Nunca se me ocurrió estar celoso de estas cualidades, ni tampoco querría para competir con el. Mi única preocupación, cuando pienso en estas cosas, es cómo animarlo mejor para que fortalezca sus habilidades en áreas que no comparto. No quiero obstaculizar su crecimiento.