En la clásica teoría freudiana, la personalidad se divide en tres partes. El id, que es infantil e impulsivo. El ego, que es racional y el superyó, que es conciencia.
Como infantes somos todos id, deseo y pasión. Nos aferramos a lo que queremos sin pensar en las consecuencias. Pero algunas de esas acciones nos causan dolor. Si agarramos un objeto caliente nos quemamos. Si cruzamos la habitación y no miramos hacia dónde vamos, podemos caer sobre un juguete.
Cada uno de esos eventos dolorosos nos enseña un poco y comenzamos a desarrollar una comprensión de la realidad. Ese es el ego.
Con el tiempo y muchas experiencias, el ego se convierte en un concepto más fuerte y más maduro hasta que finalmente nos convertimos en adultos racionales.
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El ego (que significa “yo”) nos ayuda a guiarnos a través del mundo real. Se basa en la suma total de las experiencias que tenemos y lo que aprendemos de ellas.