Al final del undécimo grado, me postulaba para presidente de un club del que formaba parte. También se postuló para presidente el entonces vicepresidente, un amigo mío a quien llamaré a Sara para esto.
Muchos factores entraron en esta elección. A principios de año, un antiguo amigo nuestro con el que tuvimos una pelea presentó una queja “anónima” sobre nuestro club, esperando sabotear el proceso de aprobación que tuvimos que pasar todos los años. Nuestro presidente luchó mucho para arreglar la debacle, así que la ayudé bastante.
Otra cosa a considerar fue el patrocinador de nuestro club, quien también resultó ser mi profesor de matemáticas. Era un gran tipo, pero se retiraba ese año, lo que significaba que tendríamos que conseguir un nuevo patrocinador. No es una tarea fácil de hacer. Sin embargo, él era mi profesor de matemáticas, lo que significaba que pasaba una buena parte de mi tiempo fuera de clase hablando con él sobre el club y quién lo reemplazaría.
Lo que me lleva al tercer factor principal. Durante gran parte del año, busqué un profesor que nos gustara y que estuviera dispuesto a patrocinar el club. Finalmente, conseguí que mi maestro de ciencias ese año fuera el patrocinador de nuestro club, al menos para el próximo año.
- ¿Qué debo hacer cuando mi amigo se vuelve extraño?
- Siento que no disfrutaré mi vida sin mis amigos. Así que sigo inseguro cuando mis amigos me ignoran por error. ¿Qué debo hacer para superar esto?
- ¿Por qué cuando mi amigo amigo comienza a beber me manda mensajes sobre temas al azar? Para tu información yo nunca respondo
- Comparto mi dolor con mis amigos, pero se vuelven en mi contra y me rechazan. ¿Qué tengo que hacer?
- Cómo sentirse cuando tu amigo termina la amistad contigo sin pedirte tu opinión.
A lo largo de todo esto, cabe señalar que ese año, yo era el historiador del club, lo que significaba que técnicamente era el oficial de menor rango. Por otro lado, Sara, la vicepresidenta, apenas hizo nada acerca de las situaciones que surgieron. No es que el club no le importara, lo hizo, simplemente no actuó. Se podría argumentar que ella estaba tratando de concentrarse en sus estudios, pero yo también lo estaba e hice el tiempo para hacer lo necesario para mantener a flote a nuestro club.
Se acercó el fin de año y llegó el momento de las elecciones. Sara declaró que iba a postularse para la presidencia, al igual que yo. Para ser honesto, no quería ser presidente. Me hubiera quedado perfectamente bien como historiador, si pudiera confiar en que Sara dirigirá el club. Pero no podía confiar en ella. Fue una decisión difícil de tomar, pero tuve que poner al club por encima de nuestra amistad.