Durante la mayor parte de mi vida, no hice caso del saludo “¿cómo estás?”. Parecía una formalidad y asumí que a nadie le importaba cómo lo estaba haciendo. Ciertamente no me importaba cómo lo estaba haciendo nadie más.
Entonces tuve una epifanía. Cómo las personas están haciendo las cosas en gran medida.
Cuando alguien está estresado, triste, ansioso, herido o enojado, su interacción con ellos será diferente a la de estar contento, emocionado, emocionado, esperanzado o complacido. Saber cómo alguien se siente importa.
Aquí está el truco. No respondemos directamente como somos. Decimos las palabras: “Estoy bien”. Pero en esa respuesta, puedes aprender montones. Puedes sentir la verdad de su estado real. ¿Emocionado? Estresado Puedes aprenderlo en dos palabras: “Estoy bien”.
- ¿Por qué quiero que alguien toque todo mi cuerpo?
- ¿Qué debo pensar sobre mí si alguien pudiera manipularme?
- ¿Por qué crees que la gente tiene deudas?
- ¿Por qué todos están ocupados?
- ¿Hasta qué punto no importa preocuparse por las personas?
Así que ahora trato ese saludo con el respeto que merece. Es potente e informativo. Ya no me olvido de los sentimientos de las personas. Ya no asumo que en realidad no les importan mis sentimientos.