A medida que envejeces, la novedad sale de las cosas. Cuando era más joven, me entusiasmaba la idea de ir a una nueva película, pub o restaurante; Ahora esas cosas no me interesan en absoluto. Prefiero quedarme en casa.
Pero no diría que la emoción de todo se desvanece; más bien, encuentro que mi interés y mi pasión cambian su enfoque. Siempre me ha gustado leer y todavía lo hago, pero la forma en que leo y las cosas que saco de ellas ahora son bastante diferentes. La experiencia me hace leer más profundamente y con más cuidado.
Del mismo modo, aprecio más los detalles de la vida. Puedo deleitarme con una vista del cielo, o de los árboles que entran en la hoja, que apenas noté cuando era más joven.
También encuentro que mis interacciones con las personas son más significativas a medida que envejezco. Cada vez siento menos necesidad de fingir o intentar crear ciertas impresiones en las personas; Es posible interactuar de una manera humana y sincera. Cuando el chico viene a entregar mi pizza, hay un momento de conexión que está teñido de amor real.
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Y mientras aún hay cosas que quiero lograr en mi vida, soy consciente del vacío de la ambición, lo que hace que mi actitud hacia las cosas sea más relajada y placentera. La primera vez que cogí la guitarra cuando era joven, tuve fantasías de tocar en una banda. No los tengo ahora, pero sigo tocando, solo me encanta el instrumento por sí mismo y disfruto del proceso de mejorar mi juego, incluso si nunca actúo para un público.
En general, diría que mi vida se está volviendo cada vez más genuina. No puedo entusiasmarme con la novedad de la forma en que lo hacen las personas más jóvenes, pero encuentro que mi experiencia es rica y el mundo está lleno de hermosos detalles.