Si no fuéramos criaturas de hábito, ¿qué sería más difícil: diseñar un software que la gente quisiera usar o diseñar modelos de negocios que tuvieran una oportunidad de éxito?

Diseñar software que la gente quiera. Porque el software nunca funciona como la gente quiere. Hay una gran diferencia entre cómo un desarrollador de software cree que la gente lo quiere y la forma en que la gente quiere que funcione.