La sensibilidad, si no se usa en exceso, puede ser una buena herramienta para relacionarse mejor con las personas. Todos somos criaturas emocionales y, por lo tanto, permitimos que nuestros sentimientos tomen la iniciativa en la mayoría de las situaciones. Ser sensible es una forma de conectarse con los sentimientos de otros y empatizar con su (s) carga (s): una característica que, lamentablemente, atenúa en otros, porque se vuelven insensibles cuando se dan cuenta de las sombras del mundo. Las personas sensibles también están más en sintonía con sus propias emociones y, por lo tanto, esto provoca una mayor conexión con ellas mismas. Se vuelven más intuitivos y capaces de entender la verdad detrás de las palabras.
Sin embargo, uno debe saber cuándo retirarse de un entorno que le cause fatiga emocional y / o agotamiento. Una persona demasiado sensible rechaza los límites personales y se entrega a sí misma en todas las situaciones que hacen que se hunda emocionalmente con los demás. Esto es contraproducente ya que no podemos ayudar a los demás cuando también nos estamos ahogando en la arena rápida.