Por lo general, el cambio es mucho más efectivo si proviene de fuera de la organización, pero no de un oponente. El ejemplo más fácil es con los niños. Mientras los padres tienen dificultades para decirles a sus hijos qué hacer, ellos seguirán fácilmente lo que sus amigos hacen y les contarán en la escuela.
La barrera psicológica está ahí: es relativamente más fácil para los empleados escuchar y aceptar lo que un consultor tiene que decir, en lugar de, digamos, un Gerente de Recursos Humanos. Puede haber alguien dentro de la organización cuyo carisma está allí para dirigir y cambiar a las personas sin esfuerzo, pero es raro.