Tenemos la capacidad y la libertad de compartir casi cualquier cosa con los demás, pero no siempre es sensato hacerlo. Según el Libro de Proverbios, que incluye muchas destilaciones de la experiencia humana observada, “los que guardan sus bocas y sus lenguas se guardan de la calamidad” (21:23). En la práctica, compartir información, opiniones o sentimientos profundos depende de la naturaleza de la relación que tenemos con aquellos con quienes hablamos.
La vida cotidiana nos enseña qué comportamiento debemos evitar. Es bueno compartir el conocimiento, pero la persona que parece saber mucho acerca de las computadoras e insiste en compartir grandes porciones de él cada vez que se encuentra con usted está siendo insensible. Es probable que tal comportamiento genere intentos de evitar a este experto hablador en el futuro. ¡Esperamos que todos estemos dispuestos a aprender, pero es posible que no queramos grandes cantidades de información que no hemos solicitado de una vez!
Es bueno compartir sentimientos, pero la persona que cuenta una historia con un fuerte contenido emocional puede encontrar que es simplemente demasiado para la persona que la escucha. Incluso puede hacer que el oyente quiera huir. El intercambio de sentimientos, especialmente en las nuevas relaciones, se presenta mejor a un ritmo constante, lo que permite al orador juzgar qué tan bienvenido es el compartir.
Una vez me alojé en un pequeño hotel donde los huéspedes realmente conversaban entre sí después de la cena. En la primera noche, un hombre insistió en compartir sus fuertes opiniones políticas sobre un tema que no era relevante para mi esposa y para mí. Otra pareja, aunque del mismo país, hizo pocos comentarios y cambió la conversación a otras cosas. En la segunda noche, la pareja y nosotros mismos estábamos por nuestra cuenta. El esposo compartió con nosotros que tenía puntos de vista políticos opuestos y que no había querido decir mucho la noche anterior porque no quería entrar en una discusión. Esto me pareció bastante justo.
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Al final, lo que es apropiado compartir se reduce a la calidad de la relación entre el hablante y el oyente. La reciprocidad de las relaciones significa que, en un momento dado, hay límites a lo que se puede compartir, límites que podemos revisar con cuidado. Si una relación se profundiza, se puede compartir más, aunque es probable que existan algunos límites. La persona sabia puede discernir dónde se encuentran los límites en una ocasión particular y respetarlos, aunque a veces puede transgredirlos legítimamente.