Como cualquier otro proceso mental o pensamiento, la “voluntad de poder” es una función de la función electroquímica y la estructura del cerebro.
A menudo, lo que llamamos “fuerza de voluntad” es el triunfo de la corteza cerebral (intelecto) sobre las funciones cerebrales más primitivas en el sistema límbico.
Tomemos como ejemplo la pérdida de peso. Algunas personas tienen un metabolismo, una estructura cerebral y un equilibrio hormonal que les obliga a comer alimentos nutritivos con moderación y hacer ejercicio con regularidad. No necesitan “fuerza de voluntad” para superar algún mal funcionamiento mental, porque se incluye una dieta saludable. Algunas personas tienen estructuras cerebrales ligadas a metabolismos deficientes combinados con una programación social y ambiental que conduce a malos hábitos alimenticios y vidas sedentarias. La “fuerza de voluntad” en ese caso necesita ser hackeada en ese cerebro desde estímulos externos porque no es intrínseca a ese individuo.
“Voluntad de poder” es cualquier ataque de sensibilidad que modifica el comportamiento intrínseco o aprendido del cerebro. En la medida en que los “pensamientos” son en realidad cableado físico del cerebro causado por la exposición a estímulos externos, es muy raro que la fuerza de voluntad sea invocada completamente desde dentro del cerebro. Se puede hacer, pero requiere una atención disciplinada que no es común en la sociedad occidental.
Entonces, la “voluntad de poder” no es una sustancia. Es un proceso que está limitado por la anatomía humana y en gran parte controlado por las fuerzas sociales. Es una de las muchas subrutinas en el cerebro que nos impide violar a nuestras mascotas y nos obliga a decapitar a los infieles. Tener “voluntad” no siempre es bueno para la sociedad.