La inversión en publicidad se realiza para impulsar el comportamiento humano, y el viejo dicho de que una imagen vale más que mil palabras sigue siendo cierto. Los seres humanos también son seres sensoriales, y como tal, la manipulación inteligente de las percepciones se puede utilizar para influir en las emociones y la opinión. Algunas campañas publicitarias aprovechan algunas emociones humanas bastante básicas como el miedo, el narcisismo (porque lo valen: L’Oréal) y nuestro amor por los bebés y los animales jóvenes. Esta es una de las razones por las que la música se usa ampliamente en la publicidad; escuchar música es un poderoso desencadenante de emociones, recuerdos y asociaciones. Muchas personas pueden recordar los anuncios que vieron hace años, lo que sugiere que las buenas campañas también pueden ser pegajosas, lo que permite que las inversiones se amorticen durante períodos más largos. Por ejemplo, la campaña de L’Oreal mencionada anteriormente se originó en los años 70 y se recuperó 40 años después. Los buenos anuncios son estímulos cuidadosamente diseñados para evocar una respuesta específica.
La respuesta simple es que la buena publicidad funciona.